Los domingos nos levantabamos temprano y la abuela hacia salsa para la pasta del domingo.
No se hacia en minutos. Llevaba muuucho tiempo y el aroma del tuco llenaba la casa... y era un premio lograr sacarle un pan mojado en el tuco. Era una asaña que no siempre lograbamos (y a veces no nos animabamos)
Hoy, cada vez que hago salsa de tomate, de dia o de noche, en dia de semana o en domingo, siempre me acuerdo de esos dias junto a mi abuela, preparando por horas el almuerzo del domingo, para almorzar todos juntos.
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